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Érase que fueron felices

cuentacuentos

Fuente: Wikimedia Commons. Rose Pecos-SunRhodes

Principios de cuentos

Los cuentos suelen narrarse en pasado, pero también pueden narrarse en presente, como si los estuviéramos viviendo en este momento, o en futuro, como si se tratara de una historia de ciencia ficción.

Si tomamos principios clásicos de cuentos, ¿seríamos capaces de transformar el inicio en presente o en futuro?, en otros podemos dar la impresión de presente o futuro?:

  • Cuando los animales hablaban... Ahora que los animales hablan... Dentro de unos años, cuando los animales hablen...
  • En cierta ocasión...
  • Érase que se era...
  • Érase una vez...
  • Érase una vez y mentira no es...
  • Esto era...
  • Esto era una vez que yo sabía un cuento pero se me quedó dentro y no me acuerdo, voy a ver si me sale otra vez...
  • Había una vez...
  • Hace más de mil años...
  • Ni aquí ni en ningún lugar vivía un...
  • Hace muchos, muchísimos años...
  • En los tiempos de Maricastaña, en este mismo país...
  • Cuentan que una vez...
  • Abre los ojos y escucha por las orejas, que este cuento que cuento te cuenta historias muy viejas
    • Abre los ojos y escucha por las orejas, que este cuento que cuento te cuenta historias actuales (de ahora, que pasan...)
    • Abre los ojos y escucha por las orejas, que este cuento que cuento te cuenta historias futuras (proféticas, pendientes, venideras...)

Finales de cuentos

Sin embargo, muchos de los cuentos, acaban en presente, porque están pensados para contarlos en ese momento y el narrador despide su narración:

  • ... con dragones y princesas y castillos encantados, el que no levante el culo se le quedará pegado.
  • ... cuento contado ya se ha acabado y por la chimenea se va al tejado.
  • ... y aquí se acaba este cuento, como me lo contaron te lo cuento.
  • ... y aunque testigo yo no he sido así me lo han referido.
  • ... y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
  • ... y colorín colorado, este cuento se ha acabado, si quieres que te lo cuente otra vez cierra los ojos y cuenta hasta tres.
  • ... y colorín colorado, este cuento se ha acabado, si quieres que lo repita dime que sí y grita.
  • ... y colorín colorado, este cuento se ha acabado y espero que te haya gustado.
  • ... y esta historia está acabada, a tomar leche migada con azúcar y canela sentadito en la candela.
  • ... y esta historia tan sencilla no la saben ni en Sevilla, en Córdoba casi nada, porque la escuché en Granada.
  • “Contico contao, de la ventanita al tejao y del tejao a la calle pa que no lo sepa nadie”.

Pero todavía podemos hacer algunas transformaciones:

  • ... y fueron felices y comieron perdices y a mí me dieron con los huesos en las narices.
    • ... y hoy por hoy son felices, comen muchas perdices y a mí me dan con los huesos en las narices.
    • ... serán felices, seguro, comerán muchas perdices, y a mí me tirarán los huesos a las narices.
  • ... y fueron felices y comieron perdices y de postre bizcocho, pero a mí me dieron un tomate pocho.
  • ... y fueron felices y comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron.
  • ... y se acabó este cuento con pan y pimiento y todos contentos.
  • ... y se acabó este cuento con sal y pimiento.

¿Cómo lo hacemos?

Primero vamos a trabajar un divertimento, porque la lengua puede y debe ser divertida. Vamos, entre todos, a trabajar con estos inicios y finales de cuentos. Lo ideal es que la lista la proporcionen ellos y la completemos nosotros, pero no siempre la memoria o las ganas estará de nuestro lado, así que esta lista o cualquier otra puede venirnos bien.

A continuación, podemos contar un cuento en presente o en futuro, puede ser un cuento clásico readaptado, para que lo reconozcan mejor.

Cuando contemos cuentos o historias tenemos que favorecer la actitud mediante un ambiente adecuado. Es una pena que los sitios de clase estén siempre perfectamente ordenados (el aula inmovilista): hay que sentarse alrededor del narrador, como hacíamos en infantil, cerrar las persianas si es una historia tenebrosa, usar efectos especiales...

Un ejemplo con la Endemoniada:

Esta es una leyenda tradicional que, contada de una u otra forma, corre paralela a las aguas del río Piedra. En muchas zonas, especialmente en las rurales, la literatura oral creó numerosas historias para ser contadas al amor del hogar, todavía estamos a tiempo de recuperar algunas de ellas, pues aún hay abuelos y familiares que las recuerdan: encantadas, endemoniados, brujas, gigantes, bandidos, héroes y heroínas recorren la tradición de los pueblos y son temas que gustan mucho a los niños y las niñas. La idea es sencilla: constituir equipos de investigación que hablen con las personas mayores y que escuchen sus historias, redactarlas, ilustrarlas...

Fruto de ese trabajo de recopilación es esta adaptación hecha en clase de la Endemoniada:

El Monasterio de Piedra es un lugar mágico y, como tal, recoge muchas leyendas y hechos fantásticos. No en vano allí vive el arcángel San Miguel que, muy cerca de allí, en Alhama de Aragón, comandó a las victoriosas tropas celestiales en feroz batalla contra las huestes infernales capitaneadas por Luzbel. Todavía pueden verse las huellas que el demonio dejó en la roca del Martillo del diablo, un cerro próximo a Alhama.

Hablando del demonio, parece ser que los exorcistas del monasterio tenían bien ganada fama. En mayo de 1427, llegaba al monasterio, desde Soria, Catalina Gómez, contumaz endemoniada que había pasado once largos años de exorcismo en exorcismo. Mucho esfuerzo debió de costarle al monje librarla de los demonios que la poseían, pues en el primer exorcismo (en la ermita de Nuestra Señora de la Blanca) recibió la noticia de que eran sesenta legiones de demonios las que atormentaban a la joven. Si de algo sirvió el primer intento fue para enojar a los diablos que, ayudados por otros cientos de legiones, se propusieron destruir el monasterio; unos acarrearon leña para quemarlo, otros arrancaron un enorme peñasco de un monte cercano, para despeñarlo sobre el lugar. En eso estaban cuando el toque de maitines se adelantó milagrosamente a su hora y los rezos de los monjes consiguieron conjurar a los demonios y sus peligros. El segundo intento de exorcismo (en el altar del Santo Sepulcro) dio noticia al monje de que sólo quedaba dentro de Catalina el demonio de la vanidad; era la hora de la verdad, y la vanidad diabólica fue expulsada ante el Santo Misterio de Dubio.

Este exorcismo podría considerarse uno de tantos si no fuera porque tiene un doble efecto colateral: según cuenta el cronista, la leña acarreada por los demonios abasteció durante cinco años las necesidades del monasterio, “y de los mejores pinos se labraron muchos puentes y maderos que sirvieron para varias obras”. Pero también se produjo un retoque paisajístico: el peñasco que cargaban los demonios puede contemplarse hoy, al pie de la ermita de la Virgen Blanca, en el mismo lugar donde los demonios lo soltaron camino del monasterio.

Jugando, jugando, pudimos convertir parte del texto en este otro:

¡Catalina! ¡Catalina! ¡En el nombre del cielo expulsa las sesenta legiones de demonios que te poseen desde hace 11 años! ¡Catalina! ¡Aquí, en la ermita de la Virgen Blanca yo te reto a que te liberes de ellos! ¡Me mientes, Catalina, llamas a los refuerzos, pero no pueden con la fuerza del cielo! ¡Por muchos cientos de legiones satánicas que llames en tu ayuda! ¡Qué veo!: acarrean leña para quemar el monasterio, quieren despeñar esa mole de piedra. ¡Invoco a todas las fuerzas del bien y las convoco aquí para acabar con las fuerzas del mal!

Tocan maitines, ¡rezad hermanos monjes para ver si, entre todos, conseguimos derrotar al maligno!. ¡Reza fray Julián, reza fray Ernesto, reza más alto fray Jacobo! Entre todos somos capaces de conseguirlo. Rezad más alto, que no pueden prender fuego y pierden fuerzas para despeñar la roca. Rezad más alto, más alto...

Llegamos al altar, Catalina, estamos ante el Santo Sepulcro, sólo tienes dentro al demonio de la vanidad, los demás huyen despavoridos. Hermanos, la vanidad abandona el cuerpo y el alma de esta mujer. Somos los vencedores del mal.

 

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